La estrategia de Turquía con los kurdos: Un proceso de paz solo de nombre.

por | Nov 13, 2025 | Lenguaje, Política, Portada, Turquía | 0 Comentarios

La última iniciativa de Ankara con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) ofrece poco más que gestos simbólicos. Con la atención mundial puesta en Gaza y Ucrania, las tibias medidas de Turquía corren el riesgo de aumentar la desilusión kurda y la inestabilidad regional.

Publicado el 12 Noviembre de 2025 en https://voxeurop.eu/en/turkeys-kurdish-peace-process-cengiz-aktar/

Por Cengiz Aktar

Emad Hajjaj | Cartoon Movement

Los interminables conflictos de Turquía con sus grupos étnicos y/o religiosos han estado presentes en la agenda política durante más de un siglo. Desde entonces, los diversos intentos de los gobernantes por reprimir o resolver estas tensiones han atraído la atención de los observadores y de la opinión pública internacional.

Curiosamente, aunque la última iniciativa del régimen de Ankara hacia los kurdos parece innovadora a primera vista, ha pasado prácticamente desapercibida para los medios de comunicación internacionales y la opinión pública extranjera. Solo los gobiernos occidentales han acogido con beneplácito estos avances, aunque sin mucho entusiasmo.

¿A qué se debe esta falta de interés? Probablemente, a que no se vislumbra una paz duradera en el horizonte.

El genocidio de Gaza, la agresión rusa contra Ucrania y las masacres y la hambruna en Sudán acaparan casi por completo los titulares. Sin embargo, una verdadera paz kurda debería contener, aunque sea parcialmente, los primeros indicios de una normalización regional. Aun así, nadie parece reconocer este potencial en la iniciativa de Ankara, y con razón.

Recapitulemos brevemente los antecedentes.

Tras el fracaso de la última iniciativa de paz en 2013, Devlet Bahçeli, el político más acérrimo antikurdo y presidente del MHP (partido nacionalista y aliado menor del presidente Recep Tayyip Erdoğan), estrechó inesperadamente la mano de los copresidentes del partido prokurdo DEM en la ceremonia de apertura del año legislativo en la Gran Asamblea Nacional de Turquía el 1 de octubre de 2024.

Aunque algunos especularon que se trataba de una iniciativa propia, un acontecimiento tan significativo en el antiguo y profundamente arraigado problema kurdo solo podía ser el resultado de una acción estatal bien planificada y coordinada.

La otra figura clave en este drama es Abdullah Öcalan, el líder encarcelado del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), organización ilegalizada. Hasta la llamada de Bahçeli, era persona non grata, pero de inmediato se convirtió en interlocutor del régimen. Desde su captura y encarcelamiento hace veinticinco años, Ankara se ha dirigido a Öcalan en tres ocasiones con el mismo objetivo: presionarlo para que ponga fin a la lucha armada e impulsar la disolución del PKK. ¡Esta vez, parece haber dado resultado!

Protesta kurda en Alemania. Creative Commons

El 27 de febrero, Öcalan declaró que el grupo rebelde había «completado su ciclo vital» e instó a su disolución, lo que podría indicar el fin del conflicto que, durante décadas, se ha cobrado aproximadamente 50.000 vidas, 40.000 de ellas kurdas. Su «Llamamiento a la Paz y a una Sociedad Democrática» se anunció públicamente en un hotel de Estambul. La petición de «regulaciones legales y políticas para la disolución y el desarme», que no figuraba en el llamamiento, se añadió posteriormente de forma verbal a la declaración.

Esta importante concesión unilateral de Öcalan indica que las autoridades están manipulando el escenario y otorgándole simplemente a Bahçeli un papel protagonista.

Para que haya negociaciones de paz genuinas y una resolución sostenible del conflicto, hacen falta socios libres e iguales, condición que no se cumple en este caso, ya que el líder kurdo sigue encarcelado.

En comparación con la anterior iniciativa de paz de 2013, se ha producido un claro retroceso. En aquella ocasión, Öcalan vinculó la resolución del problema kurdo a la desmovilización del PKK y propuso un marco integral. Hoy, sin embargo, ya no existe ninguna conexión entre el desmantelamiento del PKK y una solución duradera al problema kurdo.

El nuevo escenario presupone que la cuestión kurda se resolverá dentro de un vago marco de «solidaridad nacional, fraternidad y democracia», sin ninguno de los cambios estructurales imprescindibles para lograr la igualdad de ciudadanía y el reconocimiento de la identidad kurda. En la retórica diaria del régimen, el proceso en curso se resume sucintamente en: «Turquía libre de terrorismo», ¡y nada más! Peor aún, Öcalan parece estar de acuerdo con el régimen, ya que defiende sistemáticamente una narrativa de fraternidad en la que la identidad turca tiene prioridad.

Libro Freedom Shall Prevail The Struggle of Abdullah Ocalan and the Kurdish People de Sean Michael Wilson

En este contexto, el régimen puede mostrar gestos de buena voluntad, pero nunca adoptar medidas trascendentales que establezcan los cimientos constitucionales, legales y políticos de la igualdad ciudadana. Por lo tanto, los kurdos solo pueden obtener la ciudadanía plena si se integran en la mayoría turca. En consecuencia, desde finales de febrero, el régimen no ha dado ni un solo paso significativo hacia los kurdos.

La única medida concreta adoptada por Ankara fue la creación de una comisión parlamentaria asesora que se reúne a puerta cerrada y en la que los partidos del régimen ostentan una mayoría absoluta. Cabe destacar que en su agenda no figura una demanda clave del pueblo kurdo: ¡el reconocimiento oficial de la lengua kurda!

En cuanto a la oposición, su principal partido, el CHP, se muestra reacio a seguir las reglas del régimen y sueña con que cualquier normalización conduzca a una democratización generalizada, ¡como si ya no hubiéramos visto antes a un régimen autoritario evolucionar hacia la democracia!

Las consecuencias negativas de un proceso tan torpe son inminentes. Aunque los círculos del PKK han obedecido la orden del «líder supremo» Öcalan, la población de las zonas de mayoría kurda sigue siendo profundamente escéptica. Aunque todos celebran el fin oficial de la lucha armada por su potencial para salvar vidas infantiles, nadie espera nada más.

En general, este proceso fortalecerá al bloque del régimen, que se beneficiará de una «Turquía libre de terrorismo», y debilitará al movimiento político kurdo. Esto conlleva el riesgo de que se produzca un rechazo violento a la «rendición» kurda por parte de grupos radicales y menos radicales dentro de la comunidad kurda.

No obstante, más allá de este drama, Ankara sigue teniendo como objetivo final la disolución de la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria (AANES) en el Kurdistán sirio-Rojava. Esta administración está liderada por kurdos sirios y cuenta con una fuerza militar de 100 000 efectivos entrenados y equipados por la OTAN.

No obstante, la integración de esta fuerza militar en el Ejército sirio parece ser la única solución razonable para Damasco, la AANES y la coalición internacional que apoya a esta entidad, integrada por Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y Arabia Saudí. A pesar de la obstinada oposición de Turquía, se están llevando a cabo negociaciones entre todos los implicados.

El Estado turco siempre ha considerado la cuestión kurda como un mero asunto de seguridad, tanto en Turquía como en los países vecinos. Esta postura no cambiará a menos que Ankara se vea obligada a aceptar el hecho consumado de Rojava, reconociendo así el fortalecimiento y la legitimidad de una entidad política liderada por los kurdos en su entorno y en la región en general.